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La condición humana: C. V

Porque en toda acción, lo que intenta principalmente el agente, ya actúe por necesidad natural o por libre voluntad, es explicar su propia imagen. De ahí que todo agente, en tanto que hace, se deleita en hacer, puesto que todo lo que es apetece su ser, y puesto que en la acción el ser del agente está de algún modo ampliado, la delicia necesariamente sigue… Así, nada actúa a menos que [al actuar] haga patente su latente yo”

24.- LA REVELACIÓN DEL AGENTE EN EL DISCURSO Y LA ACCIÓN.

LA PLURALIDAD humana, condición tanto de la acción como del discurso, tiene el doble carácter de IGUALDAD, sin la que los hombres no podrían entenderse, planear y prever; y DISTINCIÓN, sin la que cada humano no necesitaría el discurso y la acción para entenderse.

Ser distinto no es lo mismo que ser otro (ALTERIDAD). La alteridad es un aspecto importante de la pluralidad. En su forma abstracta se encuentra en la pura multiplicación de objetos inorgánicos (que pueden ser iguales), mientras que en la vida orgánica, la alteridad muestra variaciones y distinciones. Sólo el hombre puede mostrar esta distinción y mostrar su propio yo. En el hombre, la alteridad, que comparte con todo lo que es, y la distinción, que comparte con todo lo vivo, se convierten en UNICIDAD. La pluralidad humana es la paradójica pluralidad de los seres únicos.

EL DISCURSO Y LA ACCIÓN revelan esta cualidad de ser distinto: son los modos en que los seres humanos se presentan unos a otros en cuanto hombres. Se puede vivir sin laborar o sin trabajar, pero una vida sin acción ni discurso ha dejado de ser humana, porque ya no la viven los hombres. Con la palabra y la acción nos insertamos en el mundo humano. Esta inserción no es obligada por la necesidad (labor) ni impulsada por la utilidad (trabajo), sino que es estimulada por la presencia de otros. Su impulso surge del comienzo, no en el comienzo de algo (del mundo), sino de alguien que es un principiante por sí mismo.

ACTUAR significa tomar iniciativa, comenzar (“archein”, “comenzar, “conducir” y “gobernar”), poner algo en movimiento (“agere” en latín). En la propia naturaleza del comienzo radica que se inicie algo nuevo, que aparece en forma de milagro. El hecho de que el hombre es capaz de acción significa que es capaz de hacer lo infinitamente improbable, lo cual es debido a que cada hombre es único: con cada comienzo, movimiento algo singularmente nuevo entra en el mundo.

Si la acción como comienzo corresponde al hecho de nacer, entonces EL DISCURSO corresponde al hecho de la distinción; es la realización de la condición humana de la pluralidad, de vivir como ser distinto y único entre iguales.

ACCION Y DISCURSO está tan relacionados porque el acto primordial y específicamente humano debe contener, al mismo tiempo, la respuesta que se plantea a todo recién llegado: ¿Quién eres tú?” Mediante la acción y el discurso lo hombres muestran quiénes son, su única y personal identidad; y hacen su aparición en el mundo humano. El descubrimiento del quién es alguien (no del qué es) está implícito en todo lo que dice y hace. Pero es más que probable que el quién, tan claro e inconfundible para los demás, permanezca oculto para la propia persona.

Esta cualidad reveladora del discurso y la acción pasa a primer plano cuando las personas están con otras, solo es posible en la esfera pública, lo que no puede asumir ni el hacedor de obras buenas ni el delincuente (ambos implican el anonimato): cuando las personas están a favor o en contra, pero no con las demás, la acción pierde su carácter revelador.

23.- LA TRAMA DE LAS RELACIONES Y LAS HISTORIAS INTERPRETADAS.

La manifestación de quién es el que habla o el agente retiene una curiosa intangibilidad. Cuando queremos decir quién es alguien, nuestro vocabulario nos induce a decir qué es; su específica unicidad se nos escapa. Es imposible solidificar en palabras la esencia viva de las personas. Lo que está en juego es el carácter revelador sin el que la acción y el discurso pierden toda pertinencia humana.

La mayoría de las palabras y actos que se dan entre los hombres, además de ser una revelación del agente que actúa y habla, se refieren a alguna objetiva realidad mundana de la que surge su interés, se constituye como algo del inter-est, que se encuentra entre las personas y puede relacionarlas y unirlas. Este objetivo y mundano en medio de junto con sus intereses es sobrecrecido por otro subjetivo en medio de no tangible formado por palabras y hechos, cuyo origen se debe a que los hombres actúan y hablan unos para otros. A esta realidad la llamamos LA “TRAMA” de las relaciones humanas.

El error de todo MATERIALISMO en política es obviar que los hombres se revelan como individuos distintos y únicos incluso cuando buscan alcanzar un objetivo material y mundano.

LA TRAMA. La esfera de los asuntos humanos está formada por la trama de las relaciones humanas, que surge donde los hombres viven juntos. A este entramado (en medio de) se debe el hecho de que produce historias que pueden registrarse en documentos de las que somos actores y pacientes, pero no autores. Las historias resultado de la acción y el discurso revelan un agente, un quien, pero este no es su autor o productor. Nadie es el autor de la historia de su propia vida.

LA HISTORIA. La condición prepolítica y prehistórica de la historia es que toda vida individual puede contarse como una narración con comienzo (nacimiento) y final (muerte). La historia se convierte en el libro de narraciones de la humanidad con muchos actores y oradores. Pero el gran misterio de la historia es que no tiene autores tangibles.

Platón fue el primero en inventar a un autor tras la escena quien, a espaldas de los hombres que actúan, tira de los hilos y es responsable de la historia. Así, las acciones de los hombres parecen, como los gestos de las marionetas, guiadas por una mano invisible (La Providencia de Agustín de Hipona, la mano invisible de Adam Smith, la Naturaleza, el Espíritu del Mundo, el interés de clase). Pero esto hace de la historia una historia ficticia, una ficción.

La metáfora del autor invisible de la historia es un invento y no se corresponde con una experiencia real, pues, mientras que la historia ficticia fue hecha, la historia real en la que estamos metidos mientras vivimos carece de autor visible o invisible, porque no está hecha.

EL HÉROE. El único alguien que revela la historia es su héroe. Según Homero, héroe es el nombre que se daba a todo hombre libre sobre el que podía contarse una historia, pues en él se hallaba la voluntad de actuar y hablar, de insertar su propio yo en el mundo y comenzar una historia personal, al abandonar el lugar oculto y privado, y mostrar quién es uno.

La cualidad específica y reveladora de la acción y del discurso, la implícita manifestación del agente y del orador, solo puede representarse, “reificarse” mediante una especie de repetición, la imitación o mímesis, apropiada principalmente para el DRAMA: la interpretación de una obra es una imitación del actuar. Pero el arte imitativo no sólo se fa en el actor, sino también en el escritor, en el escribir la obra. EL TEATRO es el arte político por excelencia, es el único arte cuyo único tema es el hombre en su relación con los demás1.

26.- LA FRAGILIDAD DE LOS ASUNTOS HUMANOS.

La acción y el discurso nunca son posibles en aislamiento, necesitan la presencia de otros; están rodeados y en constante contacto con la trama de los actos y palabras de otros hombres. La creencia de que podemos hacer algo en la esfera de los asuntos humanos en solitario es una ilusión.

LA FALACIA DEL HOMBRE FUERTE. En griego y en latín hay dos palabras distintas para designar el verbo actuar: para designar el comenzar el guiar, el poner en movimiento y el gobernar, el griego utilizaba la palabra “archein”, mientras que el latín utilizaba la palabra “agere”; para designar el atravesar, realizar, acabar, llevar, el griego utilizaba la palabra “prattein” y el latín la palabra “gerere”. Parece como si la acción estuviera dividida en dos partes: el comienzo, realizado por una sola persona; y el final, en el que se unen muchos para “llevar”, “acabar” la empresa aportando su ayuda. Pero la historia de su uso muestra que la palabra que originalmente designaba sólo la segunda parte de la acción, su final (prattein y gerere) pasó a designar la acción en general, mientras que las que designaban el comienzo pasaron a significar, en el lenguaje político, gobernar y guiar. Así, el papel del principiante y guía (rey entre reyes, príncipe, principal) pasó a ser el del gobernante. La original interdependencia que se daba en la acción entre la actividad del principiante y guía y la actividad y la de la ayuda de los demás en el acabamiento se rompió, constituyéndose dos funciones distintas:

  • La de dar órdenes, prerrogativa del gobernante (arkonte), quien se encuentra solo y aislado de los demás por su fuerza. Esto le permite reclamar para sí lo que realmente es el logro de muchos, monopolizando la fuerza de aquellos, sin cuya ayuda no habría podido realizar nada.

  • La de ejecutar las órdenes, función de los súbditos.

Así surge la FALACIA DEL HOMBRE FUERTE.

PERO el actor siempre se mueve entre y en relación con otros seres actuante que lo convierten no sólo en un agente, sino también en un paciente. Así la historia que un actor comienza está formada también por sus consecuencias que son ilimitadas; pues la acción actúa en un medio en el que toda reacción se convierte en una reacción en cadena de acciones provocadas en otros seres. Por ello, toda acción tiene una inherente tendencia a forzar todas las limitaciones, a cortar todas las fronteras: las de las instituciones y las leyes. Ello es debido a la falta de predicción de toda acción, pues su pleno significado solo puede revelarse cuando ha terminado2.

EL PROBLEMA es que la luz que ilumina los procesos de acción, todos los procesos históricos, solo aparece en su final, cuando han muerto todos los participantes3. Por ello la acción solo se revela plenamente al narrador, al historiador. No es el actor sino el narrador quien capta, “hace” (autor) de la historia.

27.- LA SOLUCIÓN GRIEGA: LA FUNDACIÓN DE LA POLIS.

Esta impredicibilidad de la acción está estrechamente relacionada con su carácter revelador del yo de uno, que ni se conoce a sí mismo ni puede calcular de antemano a quién revela. Esta incambiable identidad de la persona, aunque no se hace tangible en la historia de la vida del actor y del orador, sólo puede conocerse después de que haya terminado. La esencia humana, la esencia de quien es alguien, no su naturaleza, nace cuando la vida parte, no dejando tras de sí más que una historia. Por ello, quien conscientemente aspire a su ser esencial, a dejar tras de si una historia y una identidad que le dé “fama inmortal” debe elegir expresamente una breve vida, pues en la muerte se retira de las posibles consecuencias y de la continuación de lo que empezó (CASO DE AQUILES).

Este concepto de acción tan individualista pasó a ser el prototipo de acción para los griegos e influyó en el apasionado impulso de mostrar al propio yo midiéndolo en pugna con otro. Pero antes de que los hombres comenzaran a actuar, tuvo que asegurarse un espacio definido y construirse una estructura donde se realizaran las acciones. Ese espacio fue la esfera pública de la polis, y su estructura fue la ley. De ahí que para los griegos el jurista fuera como un artesano que fabrica leyes, la muralla de la ciudad, que permite que comience la actividad política, reservada exclusivamente a los ciudadanos.

Así lo entendieron tanto Platón4 como Aristóteles, no los socráticos, quienes convertían a los ciudadanos en fabricadores de leyes (poiesis) no en actuantes, al atribuirles por medio del voto la legislación y la ejecución de las decisiones. Con la fundación de la polis, los griegos solucionaron la fragilidad de la acción, su no tangibilidad y su impredicibilidad.

DOBLE FUNCIÓN DE LA POLIS.

  1. Hacer de lo infrecuente un hecho corriente de la vida cotidiana: multiplicó las oportunidades para que los individuos se distingan y muestren con hechos y palabras quienes son.

  2. Ofrecer un remedio para la futilidad de la acción y el discurso.

La organización de la polis, firmemente organizada por la muralla que la rodeaba y fisonómicamente garantizada por sus leyes, se constituye en una especie de recuerdo organizado. Asegura al actor mortal que su pasajera existencia y su fugaz grandeza nunca carecerán de la realidad que procede de que a uno lo vean, le oigan y aparezca ante un público de hombres, el escenario en el que quedará testimonio de sus buenas o malas acciones. La esfera política, la polis surge de actuar juntos, de compartir palabras y actos (CONVIVIR). No es un espacio físico, sino una organización de humanos que puede encontrar una ubicación en todo tiempo y lugar. Es es espacio en el que yo aparezco ante otros que aparecen ante mí, en el que los hombres no existen meramente como otras cosas vivas o inanimadas. Este espacio no siempre existe y ningún hombre puede vivir en él todo el tiempo, ni siquiera la mayoría viven en él (esclavos, extranjeros, bárbaros, laborantes, artesanos, hombres de negocios, etc.).

Existir privado de esto es estar privado de realidad (de un quién, no de un qué) que, humana y políticamente hablando, es lo mismo que aparición: “porque lo que aparece todos lo llamamos Ser”, y cualquier cosa que carece de esta aparición viene y pasa como un sueño, íntima y exclusivamente nuestro, pero sin realidad.

28.- EL PODER Y EL ESPACIO DE LA APARICIÓN.

Este espacio de aparición cobra realidad y los hombres en él siempre que se agrupan por el discurso y la acción, precediendo a toda formal constitución de la esfera pública y de las formas de gobierno. Se caracteriza por sobrevivir a la actualidad del movimiento que le dio existencia, y desaparece no sólo con la dispersión de los hombres, sino también con la desaparición o interrupción de las propias actividades.

EL PODER. La pérdida de poder es lo que mata a las comunidades políticas. El poder sólo es realidad donde palabra y acto no se han separado, donde las palabras no están vacías y se emplean para descubrir realidades; y donde los actos no son brutales y se usan para establecer relaciones y crear nuevas realidades.

CARACTERÍSITCAS DEL PODER. EL PODER es lo que mantiene la existencia de la esfera pública. La palabra misma (“dynamis”, “potentia”, “Macht”) indica su carácter “potencial”. El poder SURGE de los hombres cuando actúan juntos y desaparece cuando se dispersan. Además, es independiente de los factores materiales, ya sean éstos el número de hombres o los medios a utilizar, salvo el vivir unido del pueblo cuyo modelo de organización política es la ciudad-estado. La ciudad es, por ello, el prerrequisito más importante material del poder. Como la acción, el poder es ILIMITADO, no tiene limitación física. Su única limitación es la existencia de otras personas. Además, puede DIVIDIRSE, sin aminorarlo.

LA ÚNICA ALTERNATIVA AL PODER ES LA FUERZA que un solo hombre puede ejercer contra sus semejantes y de la que uno o unos pocos cabe que posean el monopolio. Pero la violencia nunca puede sustituir al poder.

LA TIRANÍA surge de la combinación política de fuerza o violencia y de la consiguiente carencia de poder; y el temor a ella se inspira en la impotencia y futilidad que condena a los gobernantes y gobernados.

MONTESQUIEU piensa que la característica sobresaliente de la tiranía es que se basa en el aislamiento del tirano respecto a sus súbditos y de éstos entre sí por el mutuo temor. Por ello la tiranía contradecía la esencial condición humana de la pluralidad, el actuar y hablar juntos, condición de todas las formas de organización política. La tiranía impide el desarrollo del poder, genera impotencia y su propia destrucción.

Aunque la tiranía siempre se caracteriza por la impotencia de sus súbditos, que pierden su capacidad de actuar y hablar juntos, no se caracteriza por la debilidad y la esterilidad. La fuerza hace frente a la violencia mejor que el poder, ya de modo heroico, luchando o muriendo, ya estoicamente, aceptando el sufrimiento. Además, a la fuerza sólo la puede destruir el poder.

LA OCLOCRACIA, gobierno de la plebe, contrapartida de la tiranía, se caracteriza por el intento de sustituir la fuerza por el poder del “actuar juntos”, que puede pervertirse cuando pasan a primer plano quienes nada saben y nada pueden hacer.

EL PODER preserva a la esfera pública y al espacio de aparición que se crea mediante la acción y el discurso en público, preserva esa trama de asuntos humanos y de las relaciones e historias engendradas por ellos. Sin la acción “no hay nada nuevo bajo el sol”, nada nuevo entra en el juego del mundo; sin discurso para materializar y conmemorar lo nuevo que aparece y resplandece no hay memoria.

ARISTÓTELES. La noción aristotélica de “energeia” (realidad) designaba todas las actividades que no persiguen un fin, que son un fin en sí mismo, en las que el fin yace en la propia actividad y, por ello, se convierten en “entelecheia”. Para Aristóteles lo que está en juego en política es el trabajo del hombre en cuanto hombre el cual, al definirlo como “vivir bien”, no lo entiende como un producto del trabajo, sino que sólo existe en pura realidad. El trabajo del hombre (vivir bien) no es fin porque los medios para lograrlo (las virtudes) no son cualidades que puedan o no realizarse, sino que por sí mismas son “realidades”: los medios para lograr el fin serían ya el fin.

29.- EL HOMO FABER Y EL ESPACIO DE APARICIÓN.

La convicción de que lo más grande que puede lograr un hombre es su propia aparición y realización en la esfera pública por el discurso y la acción no es una convicción natural. Frente a esta convicción se levanta la del homo faber, al considerar los productos humanos más que el propio hombre, y la del animal laborans de que la vida es el más elevado de los bienes. Ambos demandan la acción y el discurso como ociosidad y juzgan las actividades públicas por su utilidad para fines más elevados: hacer el mundo más útil y hermoso, para el homo faber, o la vida más fácil para el animal laborans. Pero ni la realidad del yo de uno ni la realidad del mundo circundante pudieron establecerse sin ese espacio público de aparición propiciado por la acción y el discurso.

La atrofia y alienación del espacio de aparición se lleva a un extremo mucho mayor en una sociedad laborante que en una de productores. El HOMO FABER, en su aislamiento, no solo está junto al producto fabricado, sino también junto al mundo de cosas en el que añadirá sus propios productos; así, aunque de forma indirecta, sigue junto a los demás que hicieron el mundo y son fabricantes de cosas. La esfera pública como mercado de cambio es más adecuada a la actividad de la fabricación, mientras que el intercambio en sí pertenece al campo de la acción.

Pero las personas que se mueven en el mercado de cambio no son principalmente personas, sino productores de productos. El impulso que lleva al productor al mercado no son las personas sino la apetencia de productos. Y la fuerza que mantiene unido y en existencia al mercado no es el poder que surge entre la gente cuando se unen en la acción y el discurso, sino un combinado poder de cambio que cada uno de los participantes adquiere en aislamiento.

EL GENIO. El trabajo del genio, a diferencia del producto del artesano, parece haber absorbido esos elementos de distinción y unicidad que sólo encuentras su inmediata expresión en la acción y el discurso. Así, el genio legitima la seguridad del homo faber en su pretensión de que los productos del hombre pueden ser más y esencialmente más grandes que él mismo. Pero la esencia de quien es alguien no puede reificarse por sí misma. La idolatría al genio degrada a la persona humana como laos demás principios que prevalecen en la sociedad comercial. Las grandes personas se juzgan por lo que son5. El vulgo deriva su valor de lo que han hecho y, al aceptarlo, dichas personas se convierten en esclavos y prisioneros.

La única buena cualidad de todos los dones realmente grandes es que las personas siguen siendo superiores a lo que han hecho, al menos mientras está viva la fuente de la creatividad; pues esta fuente surge de quien soy y permanece al margen del propio proceso de trabajo, así como independientemente de lo que realice.

30.- EL MOVIMIENTO DE LA LABOR.

EL TRABAJO puede ser una forma no política de la vida, pero no es antipolítica; pues, aunque su requisito es el aislamiento y, por ello, puede que no sea capaz de establecer una esfera pública en la que aparezcan los hombre en cuanto tales, sigue estando en relación con este espacio de aparición, sigue estando en relación con el mundo tangible de las cosas que produce.

EL LABORAR sí que es una forma antipolítica de la vida, pues es una actividad en la que el hombre sólo está junto con su cuerpo, en la desnuda necesidad de mantenerse vivo, no junto al mercado, ni junto a los demás. También vive en presencia de y junto a otros, per esta contigüidad carece de la intencionada combinación de diferentes habilidades y oficios como ocurre en el trabajo. LA NATURALEZA DEL LABORAR supone que los hombres se juntan en forma de grupo de labor, donde cualquier número de individuos laboran juntos como si fueran uno. Esta naturaleza colectiva de la labor requiere la pérdida de todo conocimiento de individualidad e identidad..

LA IDENTIDAD que prevalece en una sociedad basada en la labor y el consumo está íntimamente relacionada con la experiencia somática del laborar juntos, en la que el ritmo biológico de la labor une al grupo de forma que cada uno puede sentir que ya no es un individuo, sino uno con otros. Esta unión de uno con muchos es ANTIPOLÍTICA. Las comunidades políticas o comerciales están formadas por personas que son diferentes y desiguales.

LA IGUALDAD que lleva consigo la esfera pública y política es una igualdad de desiguales que necesitan ser igualados para fines específicos y en ciertos aspectos. El factor igualador no surge de la naturaleza humana sino de fuera. La incapacidad del animal laborans para la distinción, para la acción y el discurso lo confirma la inexistencia de rebeliones de esclavos a lo largo de la historia.

El momento decisivo en la historia de la labor llegó con la ABOLI CIÓN DEL REQUISITO DE LA PROPIEDAD PRIVADA para ejercer el derecho al voto. La emancipación de los laborantes hizo que un nuevo sector de la población fuera admitido en la esfera pública, aparición en público, sin ser admitido al mismo tiempo en sociedad; sin desempeñar ningún papel dirigente en las actividades económicas de esta sociedad.

31.- LA TRADICIONAL SUSTITUCIÓN DEL HACER POR EL ACTUAR.

La denuncia de la ociosa inutilidad de la acción y del discurso, en particular, y de la política, en general, por la impredicibilidad de sus resultados, la irrevocabilidad del proceso y al carácter anónimo de sus autores, es tan antigua como la historia registrada. Siempre ha habido la tendencia a encontrar un sustituto a la acción, con la esperanza de que la esfera de los asuntos humanos escapara a la irresponsabilidad moral y fortuita inherente a una pluralidad de agentes. Siempre se ha intentado reemplazar el actuar por el hacer (trabajar), lo que es manifiesto en los argumentos contra la democracia, que son alegatos contra la política.

Las calamidades de la acción se deben a la condición humana de la pluralidad. Intentar suprimir la pluralidad equivale a intentar suprimir la esfera pública. LA MONARQUÍA, en sus numerosas variedades, ha supuesto la salvación más clara de los peligros de la pluralidad.

LA SOLUCIÓN PLATÓNICA DEL FILÓSOFO-REY6, cuya sabiduría solventa las perplejidades de la acción, no es más que una variedad del gobierno de un hombre. El problema de estas formas de gobierno es que todas ellas destierran a los ciudadanos de la esfera pública y los encierran en asuntos privados, dejando al gobernante los asuntos públicos.

EL CONCEPTO DE GOBIERNO, el concepto de que los hombres sólo pueden vivir juntos legal y políticamente cuando algunos tienen el derecho a mandar y los demás se ven obligados a obedecer, es el que está detrás de este destierro. La división de la comunidad política en gobernantes y gobernados procede del deseo de encontrar un sustituto a la acción más que de la voluntad de poder.

La versión fundamental de ese escapar de la acción la encontramos en el Político de Platón, en el que Platón abre una brecha entre los dos modos de acción: “archein” (comienzo) y “prattein” (actuación). El problema, para Platón, consistía en asegurar que el principiante seguiría siendo el dueño completo de la acción comenzada por él, sin necesitar ayuda de los demás para controlar la acción. Esto sólo era posible si los demás, carentes de objetivos y motivos propios para unirse a la acción, sólo obedecen y ejecutan órdenes (prattein). Así, el principiante, el príncipe se convierte en gobernante (archein- arkonte): no tiene que actuar (prattein), sino que gobierna sobre quienes son capaces de ejecutar.

LA ESENCIA DE LA POLÍTICA será saber cómo comenzar y gobernar los asuntos más graves. La acción ha pasado a ser la simple ejecución de órdenes por quienes no saben. Saber hacer (gobernar) y hacerlo (obedecer) se convirtieron en dos actividades diferentes. Por ello, el criterio de aptitud para gobernar a los demás será la capacidad para gobernarse a uno mismo. Así como el filósofo-rey manda a la ciudad, el alma manda en el cuerpo y la razón en las pasiones. La legitimidad de esta tiranía, según las Leyes de Platón, reside en la equívoca significación de “archein”, que significa comenzar y gobernar: sólo el comienzo da derecho a gobernar. Así, desde esta tradición, todo comienzo se entendió como legitimación de gobierno. Pero el factor del comienzo desaparecerá del concepto de gobierno.

LA TEORÍA DE LAS IDEAS DE PLATÓN es la mejor presentación platónica en la que el hacer sustituye al actuar. En la República Platón transforma las ideas en modelos, medidas y normas de conducta y coloca la bondad como idea más elevada, que guía al gobierno del filósofo-rey en los asuntos humanos. Este adquiere una cualidad casi divina (es autoritas, autor, principiante). El filósofo-rey aplica las ideas como el artesano: “hace su ciudad como el escultor una estatua”.

Esta transformación se puede apreciar también en la terminología utilizada por el pensamiento y la teoría política, imposible de entender sin emplear la categoría de medios y fines y sin discutir en términos de instrumentalidad. Esto establece una línea de pensamiento que admite que todos los medios, con tal de que sean eficaces, están permitidos y justificados en la búsqueda de algo definido como fin. Mientras creamos que tratamos con medios y fines en la esfera política, no podremos impedir que cualquiera use todos los medios para perseguir fines reconocidos7.

La sustitución del actuar por el hacer y la concomitante degradación de la política en medios para fines más elevados es tan vieja como la tradición de la filosofía política. Platón y Aristóteles fueron los primeros en proponer que se manejaran los asuntos políticos y se rigieran por los cuerpos políticos a la manera de la fabricación.

32.- EL CARÁCTER PROCESUAL DE LA ACCIÓN.

Esta instrumentalización de la acción y su consecuente degradación de la política en un medio para un fin nunca ha logrado eliminar la acción, con su inseguridad, ni destruir por completo la esfera de los asuntos humanos, con su fragilidad. Esto lo atestigua el hecho de que las ciencias naturales se han convertido en ciencias de procesos sin retorno, potencialmente irreversibles e irremediables, que no dependen de la capacidad teórica.

Mientras que la fuerza del proceso de producción queda enteramente absorbida y agotada por el producto final, la fuerza del proceso de acción nunca se agota en un acto individual, nace al tiempo que se multiplican sus consecuencias; y esto es lo que perdura en la esfera de los asuntos humanos. La acción carece de fin y no podemos vaticinar su resultado final. Así, quien actúa nunca sabe del todo lo que hace; el significado de su acción nunca se revela al agente, sino a la posterior mirada del historiador. De ahí que, siendo libre al actuar, parezca carente de libertad. Para el pensamiento occidental la única manera de salvarse de esta clase de libertad es abstenerse de participar en la esfera de los asuntos humanos, como medio para salvaguardar la soberanía e integridad personal. Pero si soberanía y libertad fueran lo mismo, ningún hombre sería libre, pues la soberanía es contradictoria con la condición de la pluralidad. Ningún hombre puede ser soberano porque ningún hombre solo habita la Tierra, sino los hombres.

La simultanea presencia de la libertad y de la soberanía, de ser capaz de comenzar algo nuevo y no poder controlar o predecir sus consecuencias, casi parece obligarnos a pensar que la existencia humana es absurda. La cuestión que surge entonces es si la capacidad para la acción no alberga en sí ciertas potencialidades que la hacen sobrevivir a las incapacidades de la no soberanía.

33.- IRREVERSIBILIDAD Y EL PODER DE PERDONAR.

LO QUE SALVA AL HOMBRE es algo que llega del exterior de cada una de sus respectivas actividades:

  • En cuanto animal laborans, es la movilización de otra capacidad humana, la de hacer, fabricar y producir del homo faber, la que alivia el dolor del laborar y erige un mundo duradero.

  • En cuanto homo faber, son las interrelacionadas facultades de la acción y del discurso que producen historias llenas de significado, de forma tan natural como la fabricación produce objetos de uso, lo que le permite redimirse de su situación insignificante.

  • El caso de la acción es muy distinto. El remedio contra la irreversibilidad y el carácter impredecible del proceso iniciado por el actuar no surge de otra facultad, sino que es una de las potencialidades de la misma acción; es LA FACULTAD DE PERDONAR, LA FACULTAD DE HACER Y MANTENER LAS PROMESAS. Ambas facultades (perdonar y mantener las promesas) van juntas, en cuanto que el perdonar sirve para deshacer los actos del pasado y el obligar mediante promesas sirve para establecer, en el océano de inseguridad del futuro, islas de seguridad, sin las que serían imposibles las relaciones entre los hombres.

Ambas facultades dependen de la pluralidad, de la presencia y actuación de otros: sin ser perdonados, liberados de las consecuencias de nuestros actos, seríamos las víctimas de sus consecuencias; sin estar obligados a cumplir las promesas no podríamos mantener nuestras identidades, pues es la esfera pública con la presencia de los demás los que confirman la identidad entre el que promete y el que cumple. El código moral deducido de estas facultades se basa en experiencias que nadie puede tener consigo mismo, se basan en la presencia de los demás. Por ello su papel en política es distinto al de los modelos morales inherentes a la noción platónica de gobierno, que deriva sus principios guía de una relación entre uno consigo mismo.

EL PERDÓN. Jesús de Nazaret fue el descubridor del papel del perdón en la esfera de los asuntos humanos. Frente a escribas y fariseos defenderá que el perdón lo han de poner en movimiento los hombres en su recíproca relación, para que Dios les perdone también. La insistencia en el deber de perdonar procede claramente de que “no saben lo que hacen”. Solo mediante esta mutua exoneración de lo que han hecho los hombres sin saberlo, siguen siendo agentes libres.

PERDÓN Y VENGANZA. La venganza es el extremo opuesto al perdón; actúa en forma de re-acción natural a la transgresión y, por ello, puede calcularse. En contraste con esto, el perdón no puede predecirse, actúa de forma inesperada, no condicionada por el acto que lo provocó y, por lo tanto, libre de sus consecuencias.

PERDÓN Y CASTIGO. El castigo es la alternativa al perdón. Ambos intentan finalizar algo. Es significativo que los hombres sean incapaces de perdonar lo que no pueden castigar y de castigar lo que es imperdonable.

PERDÓN Y AMOR. El perdón establece siempre una relación personal en la que se perdona por amor a quién lo hizo. Sólo el amor tiene poder para perdonar, pues sólo él, debido a su desinterés, tiene el poder para descubrir el quién. Por este desinterés y pasión destruye el en medio de (el inter-est) que nos relaciona y nos separa de los demás, sacándonos del mundo. El amor no es mundano; no solo es apolítico, sino antipolítico.

EL RESPETO. Pero, si fuera cierto que sólo el amor puede perdonar, habría que excluir al perdón de nuestras consideraciones. Sin embargo, el respeto es una especie de amistad sin intimidad ni proximidad, que pone entre nosotros el espacio del mundo. El respeto, debido a que sólo conviene a la persona, es totalmente suficiente para impulsar el perdón de lo que hizo una persona, por amor a la persona, no al quien.

34.- LA IMPOSIBILIDAD DE PREDECIR Y EL PODER DE LA PROMESA.

LA FUNCIÓN DE LA FACULTAD DE PROMETER es dominar una DOBLE OSCURIDAD de los asuntos humanos:

  • PRIMERA, la que surge del corazón humano, la básica desconfianza de los hombres que nunca pueden garantizar hoy quiénes serán mañana, lo que les inhabilita para poder confiar en sí mismos. Este es el precio de su libertad.

  • SEGUNDA, la que surge de la imposibilidad de pronosticar las consecuencias de un acto en una comunidad de iguales en la que todos tienen la misma capacidad de actuar: es la incapacidad de seguir siendo dueños únicos de lo que hacemos. Este es el precio que les exige la pluralidad y la realidad.

En este sentido, la facultad de prometer es la única alternativa a un dominio que confía en ser dueño de uno mismo y gobernar a los demás. La fuerza que mantiene a las personas unidas es la fuerza del contrato o de la mutua promesa. LA SOBERANÍA reside en la limitada independencia de la imposibilidad de calcular el futuro que lleva a muchos hombres a vincularse recíprocamente por promesas.

LA MORALIDAD sólo tiene como soporte, políticamente, la buena voluntad para oponerse a los riesgos de la acción por medio de los preceptos del perdonar y ser perdonados, de hacer promesas y mantenerlas. Estos preceptos surgen de la voluntad de vivir junto a otros, al actuar de una manera (perdonar) o hablar de una manera (prometer); y son como mecanismos de control construidos en la propia facultad, para comenzar nuevos e interminables procesos.

Dejados sin control, los asuntos humanos no pueden más que seguir la ley de la mortalidad. La facultad de la acción es la que se interfiere en esta ley, al interrumpir el inexorable curso automático de la vida cotidiana. LA ACCIÓN ES LA ÚNICA FACULTAD HUMANA DE HACER MILAGROS, de romper los procesos automáticos del mundo natural, salvando así la esfera de los asuntos humanos, por el hecho de la natalidad, en la que se enraíza ontológicamente la facultad de la acción.

El nacimiento de nuevos hombres y un nuevo comienzo es la acción que son capaces de emprender los humanos, por el hecho de haber nacido. Sólo la plena experiencia de esta capacidad puede conferir a los asuntos humanos fe y esperanza.

1 Es cuando actuamos y hablamos cuando nuestras vidas se entrecruzan y entrelazan con las de los demás, cuando surge un entramado social (TRAMA), en el que cada uno nos constituimos como un “quien”, como los actores de ese drama, EL GRAN TEATRO DEL MUDO, del que el arte teatral es su mímesis o imitación.

2 Sólo en autor de la obra de teatro conoce el significado de todas las acciones de todos los actores, porqué y para qué las realizan, pues sólo el, no los actores, conoce cuál es el final de drama.

3 Cuando ha terminado la función y se ha bajado el telón de la representación de la obra de teatro.

4 Para Platón no debía haber otro gobernante que el aristón (el mejor) que es el filósofo, el que tiene autoridad, el autor del drama que legisla y asigna los papeles a los actores y hablantes que habitan en la caverna, ciegos de su final.

5 ¿Pero las personas no son lo que hacen?

6 ¿Quién mejor que el sabio para gobernar el Estado? EL ES EL AUTOR de la TRAMA, conoce los papeles de cada actor y el fin al que debe conducir la acción de cada uno.

7 Como ocurrió en la Alemania de Hitler o con el lanzamiento de las dos bombas atómicas, por citar algunos casos históricos.