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La condición humana: C. VI.35 a VI.40

Resumen por Mayec Rancel Seral

Capítulo VI. LA VITA ACTIVA Y LA ÉPOCA MODERNA

35. La alienación del mundo

     (p. 277) Tres grandes acontecimientos marcan el umbral de la Época Moderna:

  • Descubrimiento de América, y la consiguiente exploración de toda la Tierra.

  • La Reforma, con su consiguiente expropiación individual y acumulación de riqueza social.

  • Invención del telescopio, como inicio de la nueva ciencia.

       (p. 279) El descubrimiento de toda la Tierra trae la reducción de las distancias mediante el aumento de la velocidad. A la abolición de la distancia, la precede la adyacencia en la mente humana y sus herramientas (mapas, cartas de navegación, globos terráqueos). La capacidad topográfica humana requiere distanciamiento de todo lo que tiene cerca  (alienación de su inmediato entorno).

       (p. 280) Encontramos algo similar en el acontecimiento de la Reforma, que promueve la alienación del interior mundano. Esta alienación está presente en la nueva moralidad, cuyo fin era restaurar la inflexible ultramundanidad de la fe cristiana, y también en la expropiación del campesinado, imprevista consecuencia de la expropiación de la Iglesia. La propiedad indica la parte privadamente poseída de un mundo común, por lo que es la condición política más elemental para la mundanidad del hombre. Por ello la expropiación equivale a la alienación del mundo, y es en la Época Moderna cuando se comenzó a alienar del mundo a ciertos estratos de la población. Esto creó tanto la original acumulación de riqueza como la posibilidad de transformar esta en capital mediante la labor, y constituyó las condiciones para el auge de una economía capitalista. 

       (p. 284) La primera etapa de esa alienación del mundo se señaló por su crueldad, por el infortunio y la miseria material. La segunda etapa se alcanzó cuando:

  • La sociedad y la pertenencia a una clase social sustituye a la familia como sujeto del nuevo proceso de la vida.

  • La nación-estado, hasta su decadencia, sustituye al hogar privadamente poseído, del cual se ven desprovistos los pobres.

       (p. 285) El nacionalismo en su versión centroeuropea se basa en esa sustitución de la familia por la nación y la sociedad. Se da por supuesto que la “sangre y el suelo” pasan a regir las relaciones entre sus miembros. Esto convierte a la homogeneidad de población y el enraizamiento en el suelo de un determinado territorio en requisitos para la nación-estado. 

       (p. 285) La decadencia del sistema europeo de nación-estado marca la tercera y última etapa de este desarrollo. Con ella se produce una mundialización de la geografía y la economía. La Humanidad en su conjunto sustituye a las sociedades nacionales, y la Tierra sustituye al territorio del estado. Cabe esperar que el proceso de la alienación del mundo, iniciado por la expropiación y que se caracteriza por un progreso siempre creciente de la riqueza, asumirá proporciones aún más radicales si se le permite seguir su propia e inherente ley.

En una frase: La Época Moderna promueve la alienación del mundo, que determina el desarrollo de la sociedad moderna.

36. El descubrimiento del punto de Arquímedes

       (p. 286) Aunque en su momento no provocó alboroto alguno, la creación del telescopio, “un aparato ajustado a los sentidos humanos y destinado a descubrir lo que de manera definitiva y permanente debía quedar fuera de su alcance, preparó el terreno a un mundo nuevo por completo.”

       (p. 286) El mundo moderno se diferenció mediante un proceso iniciado por Galileo, y culminado por Newton y su moderna amalgama de astronomía y física, que dio por sentado que la misma clase de fuerza exterior debe manifestarse en la calidad de los cuerpos terrestres y en los movimientos de los celestes. 

       (p.287) Lo más significativo del descubrimiento de Galileo no es su novedad. Lo realmente innovador fue emplear el telescopio para poner sus realidades al alcance del hombre y sus sentidos. Galileo estableció un hecho demostrable donde antes de él hubo inspiradas especulaciones.

       (p. 289) La reacción filosófica ante esta innovación fue la duda cartesiana. Las consecuencias de este auge de la nueva ciencia son conflictivas. Por un lado el aumento demostrable y cada vez más rápido del poder y conocimiento humanos. Por otro el incremento de la desesperación humana o del nihilismo, en parte causado por su desafío a la suficiencia de los sentidos para revelar la realidad. Tanto la desesperación como el triunfo son inherentes al mismo acontecimiento, que aúna, como si solo juntos pudieran realizarse:

  • El temor a que nuestros sentidos pudieran traicionarnos, es decir a la pérdida de la realidad.

  • El anhelo de Arquímedes de un punto exterior a la Tierra que nos de poder sobre ella.

En todo lo que hacemos hoy día en física, siempre manejamos la naturaleza desde un punto del universo exterior a la Tierra (aunque sigamos encontrándonos en y sujetos a ella).

       (p. 290) Sin ser anticipado, este logro solo fue posible al abolir la antigua dicotomía entre tierra y cielo (“unificación del universo”). Todos los hechos terrenos o no se consideraron ligados a una ley universalmente válida. Válida más allá del alcance de la experiencia del sentido y de la memoria humanas. Válida más allá de la existencia de la humanidad, del principio de la vida orgánica y de la misma Tierra. Esta ajenidad universal es la que representa el punto de Arquímedes.

       (p. 291) Como base de la ciencia moderna, la ausencia de un centro prioritario conlleva la posibilidad de cambiar el punto de referencia en función de cada propósito específico. Nos establece como seres “universales”, como criaturas terrenas no por esencia sino por la condición de estar vivas, y que en virtud del razonamiento pueden superar esta condición no de manera especulativa sino real. 

       (p. 292) Así como la alienación del mundo determinó el desarrollo de la sociedad moderna, la alienación de la Tierra determinó el desarrollo de la ciencia moderna. Esto se ve con mayor claridad en el desarrollo de las modernas matemáticas, el instrumento mental más importante de la nueva ciencia. Esta libera al hombre de la experiencia sujeta a la Tierra, y libera a su poder de cognición de la finitud. El álgebra moderna, simbólico lenguaje no espacial, permitió superar las limitaciones de la mente, trascendiendo sus limitaciones temporales y espaciales.

La nueva ciencia también permitió la observación de la naturaleza mediante el experimento. En este, el hombre observa la naturaleza no como esta se le presenta, sino bajo las condiciones de su propia mente, obtenidas a partir de un universal punto de vista, exterior a la propia naturaleza.

       (p. 294) Para Platón la geometría era la más noble introducción al firmamento de ideas de la filosofía. Esto se ve superado por el álgebra moderna, que deja de interesarse por la apariencia, convirtiendo las matemáticas en “la ciencia de la estructura de la mente humana”. Las matemáticas lograron verter todo lo que el hombre no es en modelos que son idénticos a las estructuras mentales humanas. En la ciencia matemática el hombre podía moverse con la seguridad de que no se encontraría nada que no fuera el mismo. Ya no se trata de las platónicas formas ideales reveladas al ojo de la mente, sino de apartar los ojos de la mente del propio fenómeno, de reducir las apariencias mediante la fuerza inherente a la distancia.

     Bajo la lejanía, todo agrupamiento de cosas se transforma en simple multitud. Su desorden, incoherencia o confusión cae en ciertos modelos. Pero esto no es una demostración de un inherente orden de la naturaleza ni ofrece una confirmación de la adecuación superior de la mente humana a la de los sentidos para la recepción de la verdad.

     En resumen: “La moderna reductio scientiae ad mathematicam ha superado al testimonio de la naturaleza observado muy de cerca por los sentidos humanos (...). Y la sensación de sospecha, ultraje y desesperación fue la primera y espiritualmente sigue siendo la consecuencia más duradera del descubrimiento de que el punto de Arquímedes no era vano sueño (...)”.

En una frase: La ciencia moderna surge de un proceso de alienación universal de la Tierra (“punto de Arquímedes”), que se traduce tanto en un poder y conocimiento crecientes y acelerados, como en una sensación de duda y desconfianza.

37. Lo universal y la ciencia natural

     (p. 296) El paso del mundo moderno al actual está marcado por enormemente acrecentados poderes de destrucción y de creación, haciendo lo que hasta ahora se consideraba prerrogativa de la acción divina. Este pensamiento en apariencia blasfemo, deja de serlo cuando entendemos que, “sin importar la forma en que expliquemos la evolución de la Tierra, de la naturaleza y del hombre, su existencia se ha debido a alguna fuerza transmundana, “universal”, cuyo trabajo ha de ser comprensible hasta el punto de imitación por alguien que es capaz de ocupar la misma posición”. La Tierra no es más que un caso especial de lo universal y ajeno a ella. La palabra “universal” pasa a tener un significado similar al de la palabra “absoluto”, designando lo que es “válido más allá de nuestro sistema solar”, lo que está presente en el universo. Todo lo que ocurre en la Tierra ha pasado a ser relativo.

  (p. 299) Sólo muy recientemente hemos llegado a vivir en un mundo determinado por la nueva ciencia de leyes universales. Mientras que la nueva ciencia necesitó siglos para desarrollar sus plenas potencialidades ”y el establecimiento de nuevas condiciones para la vida del hombre”, la mente humana no tardó más de unas décadas para cambiar radicalmente.

    (p. 299) Junto a una nueva ciencia moderna, nace una nueva filosofía moderna. El cambio en la filosofía fue una consecuencia inevitable. “No son las ideas, sino los hechos, los que cambian el mundo”, “y el autor del hecho decisivo de la Época Moderna es Galileo más que Descartes”. Pero los filósofos anticiparon las perplejidades inherentes al nuevo punto de vista del hombre de las que los científicos no se preocuparon hasta que comenzaron a aparecer en su trabajo. Desde entonces, la discrepancia entre el carácter pesimista de la filosofía, y el optimista de la ciencia, se ha superado. “Parece que queda poca alegría en ambas”.

En una frase: Los cambios iniciados por la Época Moderna y su nueva ciencia, que tardaron siglos en culminar y establecerse, desembocaron en el paso a la época actual en una rápida transformación de las mentes humanas, debido a su nueva capacidad de adoptar un punto de vista universal.

38. El auge de la duda cartesiana

       (p. 301) En la filosofía moderna, la duda sustituye el lugar central ocupado por la admiración en la filosofía conceptual anterior. Esta duda moderna, o duda cartesiana, por ser Descartes el primero en conceptualizarla, es de alcance mucho más amplio que la duda inherente a la mente humana para evitar los engaños del pensamiento y los sentidos.

       (p. 301) Esta duda cartesiana fue la respuesta al desafío planteado por el telescopio a la capacidad tanto de los sentidos como de la razón para percibir la verdad. Es decir, ante la implicación de que ni la verdad ni la realidad aparecen como son, y de que sólo la supresión de las apariencias puede ofrecer una esperanza de lograr el verdadero conocimiento.

       (p. 303) La característica sobresaliente de la duda cartesiana es su universalidad. Ningún testimonio, ni el de la experiencia, el del pensamiento o el de la fe, puede escapar a ella. La duda cartesiana cuestionó que la inteligibilidad pueda constituir una demostración de verdad. Esta duda pone en cuestión que exista la verdad, y descubre que el concepto tradicional de verdad se había basado en el doble supuesto de que lo que verdaderamente existe aparece espontáneamente y que las capacidades humanas son adecuadas para captarlo.

       (p.304?) Al entenderse el punto de vista del Mundo Moderno,  emergen dos pesadillas comunes a la filosofía cartesiana y a toda la Época Moderna. En la primera se duda de la realidad del mundo. La segunda es la de un dieu trompeur, un creador malévolo y engañoso que traiciona al hombre, creado poseyendo el concepto de verdad, pero incapaz de alcanzar verdad alguna, ni de estar seguro de algo. La primera es duda de la realidad, la segunda es duda de la certeza. 

       (p. 305) La cuestión de la certeza fue decisiva en el desarrollo de la moralidad moderna. No se perdió la aptitud por la verdad, la realidad, la fe ni la aceptación del testimonio de los sentidos y de la razón, sino la certeza que anteriormente iba con ellas. La pérdida de la certeza en la verdad terminó en un nuevo celo por la veracidad. 

       (p. 305) El radical cambio de los modelos morales en el primer siglo de la Época Moderna se inspiró en las necesidades e ideales de los nuevos científicos, lo que se refleja en que comparten sus virtudes cardinales: éxito, industria y veracidad. La teoría de los griegos pasó a ser hipótesis, y el éxito de la hipótesis se convirtió en verdad, sin depender este modelo de éxito de consideraciones prácticas y al margen de su aplicabilidad.

       (p. 306) La solución cartesiana de la duda universal, y su salvación de las dos pesadillas interrelacionadas, fue similar al desviarse de la verdad a la veracidad y de la realidad a la confiabilidad. “Si todo se ha hecho dudoso, al menos la duda es cierta y real”. El cogito ergo sum de Descartes era una mera generalización de un dubito ergo sum. De la certeza lógica de que al dudar de algo conozco un proceso de duda en mi conciencia, Descartes sacó la conclusión de que esos procesos que transcurren en la mente del hombre tienen una certeza por sí mismos, que pueden convertirse en el objeto de la investigación en la introspección.

En una frase: La duda cartesiana, de alcance universal, se convierte en el centro del pensamiento moderno, y marca la filosofía, la ciencia y la religión al poner en cuestión la realidad y la certeza, lo que se soluciona mediante la única certeza de la propia duda (dubito ergo sum) y el estudio de sus procesos mentales mediante la introspección.

39. La introspección y la pérdida del sentido común

  (p. 306) La introspección es el interés cognitivo de la conciencia por su propio contenido, esencia de la cogitatio cartesiana. En esta, el hombre no hace frente a nada ni a nadie sino a sí mismo. El puro funcionamiento de la conciencia, aunque no puede asegurar una realidad mundana, confirma la realidad de los procesos que se dan en la mente. La dificultad radica en que a partir de la mera conciencia de las sensaciones resulta imposible alcanzar la realidad.

     (p. 308) La ingeniosidad de la introspección cartesiana radica en que, partiendo de la pesadilla de la no-realidad, sumerge todos los objetos mundanos en la corriente de la conciencia y de sus procesos. La razón cartesiana se basa por entero “en la implícita asunción de que la mente sólo puede conocer lo que ha producido y retiene en cierto sentido dentro de sí”. Por lo tanto, su ideal más elevado debe ser el conocimiento matemático tal como lo entiende la Época Moderna, el conocimiento de formas producidas por una mente que no necesita el estímulo de los sentidos por objetos distintos a ella misma.

Whitehead califica esta teoría como “el resultado del sentido común en retirada”. En otro tiempo el sentido común, con sus sensaciones íntimamente privadas surgidas del mundo común, había sido el que ajustaba a los otros sentidos. Ahora lo sustituía una facultad interior sin relación con el mundo, llamada “común” no por tenerla en común, sino solamente porque era común a todos. Los hombres ya no tienen en común el mundo, sino su facultad de razonamiento.

       (p. 310) La razón cartesiana, calificada por la Época Moderna como razonamiento del sentido común, es un proceso que el hombre puede desencadenar dentro de sí mismo.; es el juego de la mente consigo misma, que se da cuando ésta se cierra a toda realidad y únicamente se “siente” a sí misma. Los resultados de este juego son “verdades” apremiantes porque la estructura de las mentes de dos hombres se supone que no difiere de forma significativa.

    (p. 310) Por tanto, la solución cartesiana a la perplejidad inherente al descubrimiento del punto de Arquímedes fue trasladar dicho punto al interior del propio hombre, eligiendo como punto de referencia el modelo de la mente humana, la cual manifiesta la realidad y certeza en un entramado de fórmulas matemáticas que son su propios productos.

40. El pensamiento y el punto de vista del mundo moderno

       (p. 311) La solución presentada por la introspección capacitó al hombre a llevar el punto de Arquímedes dondequiera que fuera, liberándose de la realidad dada. Aún así, nunca ha sido tan convincente como la duda universal de la que surgió y que se suponía que iba a disipar. Hoy en día encontramos en las dudas que asaltan a los científicos las mismas pesadillas que han obsesionado a los filósofos desde el comienzo de la Época Moderna. Pesadillas presentes en el hecho de que una ecuación matemática, como la de masa y energía, destinada originalmente a adecuarse a los hechos observables, se preste a una conversión muy real entre masa y energía. Siendo aún más perturbadora la conclusión de que “la posibilidad de tal aplicación debe mantenerse abierta a todo, incluso a las más remotas construcciones de las matemáticas puras”. Se hace muy difícil evitar la sospecha de que este mundo matemáticamente preconcebido sea un mundo de ensueño. 

       (p. 312) Al encontrar que los mismos modelos rigen al macrocosmos y el microcosmos, cabe que sintamos regocijo en una reencontrada unidad del universo para caer luego en la sospecha de que tal vez lo que hemos encontrado nada tiene que ver con la realidad del cosmos, que sólo tratamos con modelos de nuestra mente, la que diseñó los aparatos y puso a la naturaleza bajo sus condiciones en el experimento. En este caso, al buscar lo que no somos, encontraríamos solamente los modelos de nuestra propia mente.

       (p. 313) ”Si la ciencia actual apunta en su perplejidad a logros técnicos para “probar” que tratamos con un auténtico orden dado en la naturaleza, parece que ha caído en un círculo vicioso (...): los científicos formulan sus hipótesis para disponer sus experimentos y luego usan dichos experimentos para comprobar sus hipótesis; durante toda esta actividad está claro que tratan con una naturaleza hipotética.”. Esto, que acrecenta el poder del hombre para hacer y actuar, por desgracia lo hace retroceder a la cárcel de su propia mente. La naturaleza y el universo “se le escapan”. Un universo construido a partir del experimento y de acuerdo con los principios que el hombre puede traducir técnicamente en una realidad laborante carece de posible representación. Las propias cosas materiales que vemos y representamos, que antiguamente nos sirvieron para juzgar las cosas inmateriales, son a su vez inimaginables. El nuevo universo no es sólo “prácticamente inaccesible, sino ni siquiera pensable” ya que “por mucho que lo pensemos, es falso” (Schrödinger).

       (p.314) ”La universal duda cartesiana ha alcanzado ahora al corazón de la propia ciencia física; porque la huida hacia la mente del hombre está cerrada si resulta que el moderno universo físico no sólo no se presenta, lo que es natural bajo el supuesto de que ni la naturaleza ni el Ser se revelan a los sentidos, sino que además es inconcebible, impensable en términos de puro razonamiento.