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La libertad de ser libres - 2a parte

Terminamos la parte anterior cuando Arendt escribe que “Una de las principales consecuencias de la revolución en Francia consistió en que , por primera vez en la historia, el pueblo salió a la calle y se hizo visible.” Eso “descubrió que no únicamente la libertad, sino también la autonomía para ser libres, había sido siempre el privilegio de unos pocos”. Esto debía dejar de ser así y la reivindicación y los avances en ese sentido es lo que generaría más violencia.

A pesar de que la R.F. acabó en rotundo fracaso, ha determinado y sigue determinando lo que actualmente llamamos tradición revolucionaria

( El fracaso no fue tan rotundo, puesto que creó un modelo y generó una dinámica que se mantuvo latente en el seno de las restauraciones imperiales y monárquicas como el magma de un volcán que erupciona intermitentemente: revolución de 1848, la comuna de 1871, la victoria de las izquierdas en 1901 con la cuarta república que expulsó a las órdenes religiosas de la enseñanza -que se refugiaron en España-. En realidad nunca hubo una restauración total del antiguo régimen, pues nunca se devolvieron las tierras a la antigua nobleza terrateniente.)

Sin embargo la R.A., que según H. A. ha sido un éxito, “ha tenido muy poca trascendencia en la comprensión histórica de las revoluciones.

(¿Cómo puede ser un modelo de revolución un estado que se sustenta en el expolio, segregación y eliminación física y cultural de los grupos aborígenes, así como en el sometimiento de cientos de miles de esclavos y el posterior mantenimiento de millones de sus descendientes en miserable segregación hasta bien entrada la segunda mitad del S. XX?)

(Pág.34) Para H.A. la clave de lo que sucedió en París en 1879 es que lo que había sido privilegio de unos pocos a lo largo de la historia, estar libres del miedo, pasa a ser un sentimiento de las masas populares parisinas que además reclaman verse libres de la necesidad. “Solo los que están libres de la necesidad pueden apreciar plenamente lo que es estar libres del miedo, y solo estos se hallan en condiciones de concebir la pasión por la libertad pública, de desarrollar ese goût o gusto por la liberté y esa característica complacencia por la égalité o igualdad que acarrea.”(pág.35)

Cada revolución tiene dos fases: La 1ª es de liberación, antes de poder alcanzar la libertad.

La 2ª (decisiva) es la fundación de una nueva forma de gobierno y de un nuevo cuerpo político.

En la R.A. la 1ªfase supuso la liberación de las restricciones política de la tiranía de la monarquía y se caracterizó por la violencia (Guerra contra Inglaterra). La 2ª fase fue cuestión de deliberación y persuasión, de aplicar la ciencia política tal y como concebían este término los fundadores. (Esto lo explica Antoni Domênech en su libro “El eclipse de la fraternidad” Ed. Akal Pág. 76 a 91)

(Pág.36) En la R.F. l 1ª Fase está caracterizada por la desintegración y no por la violencia. La 2º fase, cuando la convención nacional declaró que Francia era una república, el poder ya se había trasladado a las calles. Los que se habían preocupado por la reforma de la monarquía y luego por la formación de una república “se vieron de repente enfrentados a otra labor de liberación, esto es, a la tarea de librar la pueblo de la miseria, a la tarea de liberarlo para que fuera libre.”

No era lo que en 1848 sería denominado por Marx y Toqueville “subversión de la sociedad burguesa por medio de la lucha de clases”. De momento solo era subversión de la forma de gobierno. Pero la R.F. de 1789 fue su preludio y puso de relieve lo que significaba en la práctica la idea de que todos los hombres han sido creados iguales. Era la idea de la dignidad humana que tenía Robespierre, Hamilton en América o Kant en su Crítica de la razón práctica.

Con independencia de lo que se consiguiera, la R.F. liberaría a los pobres de la oscuridad de al invisibilidad. Y además “lo que se ha considerado irrevocable desde entonces es que los que estaban entregados en cuerpo y alma a la libertad podrían aceptar una situación en la que estar libres de la necesidad – la libertad de ser libres- era privilegio de una minoría”

(Pág.28) Los líderes de la R.F. no eran “el pueblo”, pero despertaron en el pueblo la convicción de que tenía derecho a salir de la miseria y a dejar de ser ninguneados. Eso hizo que actuaran como punta de lanza de la R.F. y fue lo que produjo unos modelos y unas imágenes que hoy asociamos a cualquier acontecimiento revolucionario. Ese fenómeno estuvo ausente en la R.A. hecha por colonos dueños de sus vidas en su mayoría, que pasó por alto la existencia de los miserables, esclavos y aborígenes.

El movimiento de las masas populares, los miserables, en Francia resultó una fuerza inesperada e imparable que fue calificada como “punta de diamante a la que nada se resiste” (Lord Acton), “potencia o fuerza de la tierra” (Saint-Just), “Torrente revolucionario” (Desmoulins), “majestuoso río de lava” (Vaugirard). Eso generó una dinámica de violencia que fue caracterizada como “la revolución devorando a sus hijos” (Vaugirard)

Eso dio una lección que no se ha olvidado nunca, que en palabras de Saint-Just es: “si deseáis (Pág.40) fundar una república, debéis encargaros primero de sacar al pueblo de un estado […] de miseria que lo corrompe. No se tienen virtudes políticas sin orgullo. No se tiene orgullo en la indigencia.”

este nuevo concepto de Libertad basado en la liberación de la pobreza cambió el rumbo y el objetivo de la revolución. La libertad había pasado a significar ante todo vestido comida y reproducción de la especie.”

(La forma de gobierno, la participación del pueblo organizado, los derechos humanos, el imperativo categórico, la dignidad de todo ser humano, la libertad de pensamiento, prensa y religión, y bla, bla, bla… todo eso va aquedar en un segundo plano)

Para Robespierre el problema ya no será monarquía o república, sino solo la cuestión social, y para Saint-Just “la libertad del pueblo está en su vida privada. Que el gobierno solo sea la fuerza encargada de proteger ese estado de simplicidad frente a la propia fuerza”

Pero lo que dice H.A. es que ese es el credo de todos los representantes del despotismo ilustrado. (Pág.41) “De ser cierto que […] el objetivo de la revolución era la felicidad del pueblo, bastaría un gobierno despótico suficientemente ilustrado para proporcionársela, sin necesidad de una república”

La tesis de H. A. es que la reducción de la libertad a la vida privada, bienestar privado, renunciando la creación de un espacio público de participación, es el inicio de la vuelta al despotismo, y esto, (Pág.42) que se había producido en la R. F., se convertirá en la norma de casi todas las revoluciones posteriores, y de modo muy claro en la revolución rusa. Cita para este caso a Rosa Luxemburgo que en una carta de 1918 critica la burocratización y la reducción de la participación política a unas pocas cabezas pensantes y dirigentes del partido, surgiendo así no la dictadura del proletariado, sino la de un puñado de políticos

La comparación de las dos primeras revoluciones… demuestra que no solo la superación de la (Pág.44) pobreza es un requisito previo para la fundamentación de la libertad, sino también que la liberación de la pobreza no puede abordarse de la misma manera que la liberación de la opresión política”. Y “responder con violencia a las condiciones sociales siempre ha desembocado en terror. El terror…condena a las revoluciones o bien las deforma de un modo tan drástico que se convierten en tiranía y despotismo”.

Repite que “el objetivo original de la revolución era la libertad en el sentido de la abolición de la autoridad personal y de la admisión de todos en el ámbito público y en la participación en la administración de los asuntos públicos. En este sentido cree que (Pág.41) “la R. A. fue un éxito clamoroso, pero no pasó de ser un acontecimiento local por dos razones: 1ª las condiciones en las que estaba el resto del mundo eran mucho más parecidas a las de Francia. 2ª Porque la tradición pragmática anglosajona impidió que generaciones posteriores de estadounidenses reflexionara acerca de su revolución. Ese éxito, en el que influyó una gran dosis de buena suerte, puede ser obtenido por otros estados hoy en día en virtud de un esfuerzo calculado y un desarrollo organizado.

Pero será el desarrollo tecnológico lo que permita que esa participación en la vida pública sea de las mayorías y no de una minoría a costa de la mayoría.

(Pág.45) En las páginas que escribe a modo de conclusión H.A. expone lo que Thomas Meyer en el epílogo -Pág.73- califica como “una de las cosas más inauditas que puede ofrecer la historia moderna del pensamiento”: “la idea de que con el nacimiento de cada individuo, de cada pensamiento, se realiza un nuevo principio, tan pequeño como radical, que viene a refutar cualquier experiencia histórica y toda forma de pesimismo” Se basa para ello H.A. en que los padres de las primeras revoluciones hacen referencia al “nuevo orden secular” que es un verso que Virgilio usa en la égloga IV, que está tomado de un himno a la natividad. Eso implicaría que para los padres (Pág.47) de las revoluciones la idea de libertad y de ser libres estaba vinculada con el comienzo de algo nuevo, de una nueva era. “Y obviamente, ese misterioso don humano, la capacidad de empezar algo nuevo, está relacionado con el hecho de que cada uno de nosotros ha venido al mundo como recién llegado a través del nacimiento. En otras palabras, podemos comenzar algo porque somos comienzos y, por ende, principiantes”. La capacidad de hablar y actuar hace de nosotros seres políticos y puesto que actuar significa poner en movimiento lo que no existía antes, el nacimiento…constituye la condición ontológica sine qua non de toda política”.

(Pág.48) “La cadena de revoluciones…, distintivo de nuestro mundo, nos revela…la erupción de nuevos comienzos dentro del continuum histórico.”

Tanto si triunfan como si fracasan, “el significado de las revoluciones es la actualización de una de las potencialidades más grandes y más elemental del hombre, la experiencia sin igual de ser libre para emprender un nuevo comienzo.

En la Pág. 49 cita a Maquiavelo como padre de las revoluciones y que afirma: “No hay nada más difícil de realizar ni de resultado más dudoso, ni más peligroso de gestionar que iniciar un nuevo orden” Pero le critica su idea de que es más difícil obtener el poder que mantenerlo, y que no era (Pág.50) consciente de que el mayor peligro de las revoluciones modernas es el que surge de la pobreza. Además, solo veía el peligro en el fracaso del intento de un nuevo orden que debilitaría al país que lo intenta, despertando el interés de los conquistadores. Y no menciona “el grandísimo peligro de que el intento fallido de fundar las instituciones de la libertad dé lugar a la abolición más absoluta de la libertad y de todos los derechos inherentes a ella”.

El hecho de que las revoluciones raramente son reversibles, no significa que lo mejor sea evitarlas, (Pág.52)pues si las revoluciones son consecuencia de unos regímenes en plena desintegración, más que el producto de los revolucionarios,…impedir una revolución significa cambiar la forma de gobierno, lo que por sí implica efectuar una revolución con todos los peligros que conlleva.” El hundimiento del poder suele ser brusco y se convierte en revolución cuando hay gente con disposición y capacidad de hacerse con el poder. Su éxito dependerá de condiciones internas y externas. Y termina diciendo: “No tenemos muchos motivos para esperar que…esos hombre igualen en sabiduría práctica y teórica a los hombres de la revolución estadounidense”(Pág.53)