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La Condición humana - C. I y II

Prólogo.

A partir del primer satélite orbitando la tierra1, Arendt inicia una reflexión sobre la situación del ser humano en el planeta como límite fronterizo de los seres vivos en el marco del universo, hasta ese momento. Señala que los avances científicos podrían determinar cambios en los elementos que conforman la propia condición humana, cambios que conllevarán, necesariamente, decisiones que serán de carácter político y no solo tecnológico. Por lo tanto, dice Arendt “no cabe dejarlo a la decisión de los científicos o los políticos profesionales”. Es aquí donde entra de lleno la fase plena de la condición humana y la capacidad de decidir en conjunto, en acordar con los demás.

Siguiendo con esta reflexión, Arendt parece anticipar procesos científicos actuales, como la creación de vida en laboratorio o la llamada Inteligencia Artificial. Fenómeno este último, que parece tener potencial suficiente para trastocar algunos de los planteamientos que Arendt expone en este libro y que ella misma señala como “una sociedad de trabajadores sin trabajo”. En consecuencia, y parece que muy acertadamente, Arendt esquematiza una sencilla propuesta “nada más que pensar en lo que hacemos”

CAPÍTULO I. LA CONDICIÓN HUMANA

1.- Vita activa y la condición humana.

Con la expresión vita activa Arendt designa tres actividades fundamentales: Labor, actividad correspondiente al proceso biológico del cuerpo humano ligado a las necesidades vitales, asegura la supervivencia individual y la de la especie, siendo su condición humana la misma vida; Trabajo, corresponde a lo no natural de la exigencia del hombre y proporciona un artificial mundo de cosas distintas de todas las circunstancias naturales, siendo su condición humana la mundanidad. La acción, única actividad que se da entre los hombres sin mediación de cosas o materia, siendo su condición humana la pluralidad y ésta es específicamente la condición para toda vida política, estableciendo y preservando los cuerpos políticos y con ello la propia historia.

Si bien las tres actividades están relacionadas con la propia existencia del ser humano, nacimiento y muerte, natalidad y mortalidad, es la acción como actividad política por excelencia, la que mejor se corresponde con la natalidad, con el nacimiento de algo. No obstante, todas las acciones condicionan la existencia humana y, por tanto, el hombre es un ser condicionado por el producto de todas ellas. A este respecto, Arendt señala que la condición humana no es lo mismo que la naturaleza humana, y ejemplifica sobre la emigración del hombre a otro planeta, en el que seguiría teniendo naturaleza humana pero condicionado a las nuevas creadas, que serían autofabricadas.

Por otro lado, señala el problema de determinar la naturaleza humana y nos lleva a la pregunta ¿Y quiénes somos? Pregunta que tampoco se puede responder mediante el análisis de las condiciones de la existencia humana, ya que éstas, no nos condicionan de manera absoluta, según la opinión mantenida por la filosofía. No obstante, a pesar de vivir bajo las condiciones terrenas, no somos simples criaturas sujetas a la Tierra, ya que, desde Arquímedes2, la ciencia ha avanzado gracias a un enfoque global y universal.

2.- La expresión vita activa.

La expresión vita activa está cargada de tradición. Ya Aristóteles distinguió tres modos de vida para los que podían disfrutar de libertad (como vida independiente de las necesidades y exigencias humanas): disfrute de placeres corporales, dedicación a los asuntos de la polis en la que la excelencia produce bellas hazañas, y la vida del filósofo dedicada a inquirir y contemplar las cosas eternas.

Con la desaparición de la antigua ciudad-estado, la acción (vida dedicada a la política) se consideró también entre las necesidades de la vida terrena, y la contemplación se dejó como el único modo de vida verdaderamente libre. El cristianismo, con su creencia en el más allá, degrada el concepto de vita activa, distinguiéndolo del pensamiento y razonamiento de la escuela socrática. Arendt señala una manifiesta contradicción entre su expresión de vita activa y la del marco tradicional. Si bien, finalmente, se inclina por no establecer una jerarquía entre ambas.

3.- Eternidad e inmortalidad.

El compromiso activo de las cosas de este mundo y el pensamiento puro, que culmina en la contemplación, corresponden a dos preocupaciones humanas totalmente distintas. A este respecto, Arendt señala la diferencia entre eternidad e inmortalidad. Esta última significa duración en el tiempo, vida sin muerte en el tiempo, como corresponde a la naturaleza y a los dioses del Olimpo, según los griegos. Los hombres, seres mortales, tienen la capacidad de producir cosas imperecederas y, en este sentido, dejar huella y producir actos inmortales a pesar de su propia mortalidad individual, alcanzando, con ello, su propia inmortalidad y demostrando ser de naturaleza divina.

Señala Arendt que el concepto de lo eterno, como centro del pensamiento estrictamente metafísico, ya se encontraba en Sócrates y Platón. Respecto al primero, al optar por no dejar escritos sus pensamientos, ya que esto hubiera supuesto adentrarse en la vita activa, eligiendo con ello, la forma de la permanencia y potencial inmortalidad, parece que optó (quizá de forma tácita) por una prevalencia de los eterno. En Platón, este planteamiento, según Arendt, se puede entrever a través del mito de la caverna3 (¿…?). Concluyendo que la victoria final de la preocupación por la eternidad sobre la inmortalidad no se debe al pensamiento filosófico, sino que, con la caída del Imperio Romano, demostrando que ninguna obra del ser humano podía llegar a ser inmortal, y el crecimiento del evangelio cristiano, que predicaba la vida individual imperecedera (cabe suponer que sería a través del “alma”), se convirtió la vita activa y el bios politikos en asistentes de la contemplación.

CAPÍTULO II. LA ESFERA PÚBLICA Y LA PRIVADA

4.- El hombre: animal social o político.

Todas las actividades humanas están condicionadas por el hecho de que los hombres viven juntos, si bien, sólo la acción es prerrogativa del hombre. Según el pensamiento griego, la capacidad del hombre para la organización política se halla en oposición a la asociación natural, como son el hogar y la familia. El nacimiento de la ciudad-estado significó que el hombre recibía, además de su vida privada, una especie de segunda vida, su bios politikos (naturaleza política) Distinguiéndose dos actividades, la acción y el discurso. Con el transcurso del tiempo, ambas actividades se fueron separando, adquiriendo un mayor interés el discurso, entendido más como medio de persuasión que como forma humana de contestar, replicar y sopesar. Ser político, vivir en una polis, significaba que todo se decía por medio de palabras y persuasión. Obligar mediante la violencia o mandar sin persuadir, eran formas prepolíticas características del hogar y la familia o de los bárbaros de Asia.

La definición que Aristóteles hacía de hombre como zöon politikón,4 opuesta a la asociación natural experimentada en la vida familiar, se complementaba con la capacidad para el discurso. Ahora bien, más que esta aptitud, lo verdaderamente definitorio era la capacidad de contemplación, denominada nous. Esto es, una especial intuición que sobrepasaba el logos, el discurso o la razón. En este sentido, para Aristóteles, todo el que estuviera fuera de la polis, como esclavos y bárbaros, estaban desprovistos, no de la facultad del discurso, sino de la forma de vida en la que el discurso adquiría razón y sentido.

Por último, señala Arendt el malentendido que expresa la traducción latina de político como social, y pone como ejemplo a santo Tomás, al comparar la naturaleza del gobierno familiar con el político, al asimilar el cabeza de familia con el principal del reino, si bien, con un poder menos perfecto. Concepción contraria a la mantenida, no sólo en Grecia y la polis, sino en toda la antigüedad occidental, al considerar el poder del tirano menos perfecto que el del paterfamilias, el dominus en el gobierno de su familia y esclavos.

5.- La polis y la familia.

La tradicional confusión entre las esferas política y social, con la llegada de la Edad Moderna adquiere una especial connotación esta última, que Arendt considera ni pública ni privada, y cuya forma política la encontró en la nación-estado. La línea divisoria ha quedado borrada y se considera que los pueblos y comunidades deben ser administrados a imagen de una gran familia, denominada sociedad y cuya forma política es la nación.

El rasgo distintivo de la esfera doméstica, como ámbito privado, era que los hombres vivían juntos llevados por sus necesidades y exigencias. Por lo tanto, esta comunidad natural de la familia nació de la necesidad. Por el contrario, en la esfera de la polis, superadas las condiciones de necesidad y privación en la familia, la característica predominante era la libertad. En este sentido, los filósofos griegos consideraron que la fuerza y la violencia se justifican en la organización doméstica privada.

La polis se diferenciaba de la familia en que aquella sólo conocía iguales, mientras que la segunda era el centro de la más estricta desigualdad. Por tanto, dentro de la esfera doméstica, la libertad no existía, ya que el cabeza de familia sólo se le consideraba libre en cuanto que tenía la facultad de abandonar el hogar y entrar en la esfera política. En el Mundo Moderno, las esferas social y política están mucho menos diferenciadas, habiendo adquirido un interés colectivo muchas de las materias de aquella esfera privada familiar. Sin embargo, con el feudalismo, la esfera privada absorbió todas las actividades, provocando la ausencia de la esfera pública. Proceso que alcanzó a las organizaciones profesionales, como los gremios, manifestándose, también, en la popular denominación de “compañía”. En este sentido, el concepto de “bien común”, lejos de tener una connotación política, señalaba la coincidencia de intereses en el ámbito más reducido de familia o negocio.

6.- El auge de lo social.

En la antigüedad se consideraba que el hombre que sólo viviera su vida privada, alejado totalmente de la esfera pública, no era plenamente humano. El ámbito privado, familiar, tenía una importante connotación de privación, en cuanto a su delimitación a la necesidad y ausencia de la libertad que daría el ámbito público. Concepción, en buena medida superada, debido al enriquecimiento de esta esfera privada a través del individualismo moderno. Una de las características de este privado moderno, está en la defensa de lo íntimo, en contraposición a lo social. Sin embargo, Arendt considera que lo íntimo y lo social guardan una estrecha relación.

Tanto Rouseau, como el movimiento romántico, consideraba que esta intimidad, considerada en su subjetividad, iba contra lo que se vienen entendiendo como conformismo inherente a toda sociedad. Ésta, mediante numerosas y variadas normas, trata de unificar a los individuos, demandando una conducta uniforme y excluyendo la acción espontánea o el logro sobresaliente. Con base en ese conformismo, nace la moderna ciencia económica que, junto con la estadística, adquiere carácter científico cuando los hombres se convierten en seres sociales y siguen ciertos modelos de conducta.

Las leyes de la estadística sólo son válidas cuando se trata de grandes números y, en consecuencia, cuanto mayor sea una población, mayor será la probabilidad de determinar una conducta social.5 De esta manera, señala Arendt, la hipótesis liberal de una “comunidad de intereses” se corresponde con la ficción “comunista” del interés de la sociedad como un todo. Esto es, “la mano invisible” guía la conducta de los hombres y armoniza sus intereses conflictivos. Y siguiendo el hilo, se llegaría, a través de la victoria completa de la sociedad, a otra “ficción comunista”, cuya característica política sería estar gobernada por una “mano invisible”, es decir, por nadie. Esto es, la sustitución de la acción por la conducta, ésta por la burocracia y el gobierno personal (monarquía) por el de nadie, dado que las ciencias del comportamiento apuntan a reducir al hombre, en todas sus actividades, al nivel de un animal de conducta condicionada.

Con el auge de la sociedad, desde la admisión de la familia y de las actividades propias de lo doméstico a la esfera pública, se ha experimentado una absorción de las esferas de lo político, de lo privado y de lo íntimo, y con ello, se ha canalizado hacia aquella, el propio proceso de la vida. Pero la más clara indicación de que la sociedad constituye la organización pública del propio proceso de la vida, es la transformación de todas las comunidades modernas en sociedades de trabajadores y empleadores. Si bien la actividad laboral, bajo todas las circunstancias relacionadas con el proceso de la vida en su sentido más elemental y biológico, ha permanecido estacionaria durante miles de años, la admisión del trabajo en la esfera pública, ha liberado ese proceso, cuyo desarrollo ha modificado por completo y en pocos siglos todo el mundo habitado. Este desarrollo se viene plasmando en la productividad del trabajo mediante la organización del trabajo, a través de la llamada división del trabajo o la mecanización de los procesos laborales. En este campo, señala Arendt, se ha alcanzado un alto grado de excelencia, lejos de las penurias y miserias de antaño.

Griegos y romanos situaban esa excelencia en la esfera pública, donde se podía sobresalir y distinguirse de los demás, a diferencia de la privada. Excelencia que, de forma un tanto criptica, Arendt señala que se ha perdido en cuanto a la capacidad para la acción y el discurso, debido al auge de la esfera social (quizá en el epígrafe siguiente, La esfera pública: lo común, se vislumbre una mayor claridad en la exposición)

1 El 4 de octubre de 1957 la URSS lanzó al espacio el primer satélite, el Sputnik 1, dando comienzo a la era espacial que tendría su inmediata continuación el 3 de noviembre de ese mismo año, siendo la perra Laika, en el Sputnik II, la que se convirtió en el primer ser vivo en orbitar la tierra (también fue el primer ser vivo en morir orbitando la tierra).

2 Un punto arquimédico es un punto de vista hipotético desde el cual un observador puede percibir objetivamente el tema de la con una visión de la totalidad (es decir, una vista de dios); o un punto de partida confiable a partir del cual se pueda razonar. En otras palabras, una vista desde un punto de Arquímedes describe el ideal de "quitarse" del para que uno pueda verlo en relación con todas las demás cosas sin dejar de ser independiente de ellas.

3 Resulta un tanto llamativo la relación del mito de la caverna con el concepto de eternidad.

4 Zöon politikón se ha venido traduciendo, de forma literal, como “animal político”. Para Aristóteles sería el ser humano que, por su carácter sociable, tiene la capacidad de tomar decisiones en el lugar donde vive, comunidad o polís, relacionarse políticamente crear sociedades y organizar la vida de la ciudad.

5 Arendt hace mención a las leyes del Behaviorismo. Esta escuela, también llamada conductista, trata de observar, medir y prever el comportamiento, y se utiliza en diversas disciplinas como la psicología, la política, la economía o la publicidad, entre otras.